Bienvenido a mi mente forastero!

Mis Blurbs hoy sintieron ganas de hacerse conocer asi que cree este blog para que encontraran nuevos amigos. Sus pensamientos y su gran imaginación se ven a través de lo escrito y me invitan a este pequeño mundo del cual soy un visitante de paso, al igual que ustedes.

lunes, 30 de agosto de 2010

Noche de Bodas

Los viernes almuerzo con los nonnos. A las doce en punto debo estar ahí.

Reglas son reglas en esa casa, y las viejas costumbres permanecen.

"A tavola". Esa es la señal para ir a comer.
Vino, pasta, vino, queso, carne, vino, agua, fruta, vino, café.

Para el café el nonno ya esta viendo el "telegiornale" y luego hace una siesta. La nonna en cambio camina por toda la casa.

"Una hora al día de caminata. 4,000 pasos"

Entre ronquidos y pisadas yo me escabullo en el estudio del nonno. En busqueda de algo que aun no se qué es. La nonna pasa de vez en cuando y me mira, pero sigue su camino.

Luego regresa y me da 20 soles.

"Para que te compres caramelos" y se ríe enseñando sus grandes dientes.

Hoy sus ojos azules brillan y sé que me va a contar algo.

Como todas las semanas empieza preguntándome cuando voy a presentarle a un "prospecto" enamorado. Yo le digo que pronto.

Lo mismo que vengo diciéndole desde hace cuatro años.

"Tú te tienes que casar con un italiano" Llega desde lejos la voz del nonno.

"Tu stai zito" le grita ella.

Se escuchan gruñidos indescifrables y el "click" del lapicero. El nonno ha empezado a hacer sus crucigramas. La nonna en cambio mira al techo como pidiendo algo a los cielos y luego rie.

"Las personas hoy en día no se casan. Y si se casan saben que tienen el divorcio como opción fácil. Luego se casan a los 35 y claro se apresuran para tener hijos".

Le explico que los tiempos no son los mismos. Que el mundo está sobrepoblado y de lo egoísta que es tener hijos, copias de nosotros. Como si fuesemos dignos de eso. Igual le dijo que probablemente adopte uno. Además le explico:

"El amor ya no tiene el mismo significado de antes".

"Tu quieres saber de amor" No es una pregunta.

En mi edificio en Italia vivía una chica de dieciocho años. Hermosa. Todos la querían como esposa. Era atenta, sonriente y siempre llevaba un pequeño bolso rojo con ella. Yo escuchaba el sonido de sus tacos subiendo las escaleras y salía a mirarla.

Para ese entonces tenía trece años y trabajaba en el cine vendiendo entradas. De vez en cuando la veía llegar acompañada siempre de galanes. Hombres fornidos que la llevaban a ver las última comedias en blanco y negro.

Ella siempre que me veía me guiñaba el ojo.

-Pobre, quien la mandó a enamorarse de alguien del sur, dice concluyente.

-Que acaso la historia va por la línea de los Montescos y Capuletos. Me ha dejado en un cine alessandrino y yo necesito indagar más.

-Nunca tienes paciencia para las historias Alessandra. Me resondra.

-Pero porque siempre los del norte hablan mal de los del sur?

Me mira pacientemente y me contesta:

"El norte siempre ha mantenido al sur. El sur. El sur es pura guitarra y canto. Un napolitano? Dios me libre".

Y eso fue lo que pasó.

La linda mujer llevó a un napolitano a la casa de sus padres. Este le pidió la mano de su hija en matrimonio. Al ver a su hija tan dichosa, el padre no tuvo más opción que la de bendecir el matrimonio.

"Pero todos seguíamos pensando de que era un napolitano".

Sin embargo, mostró de que era un buen hombre, atento. Un hombre atractivo además. Alto y bronceado. Con una gran sonrisa y una boina a cuadros que combinaba con sus pantalones kaki y su camisa blanca.

"Nos invitaron al matrimonio. Ella estaba tan bonita. Era el sueño de toda mujer. Casarse. Un hombre al cual cocinarle y esperar por las noches".

Tomaron el tren que los llevaría a una campiña del norte para pasar la noche de bodas y sin pensarlo dos veces se sentaron frente a un hombre tranquilo que leía el periódico mientras fumaba un cigarrillo. El tercer pasajero al ver a la pareja decidió darles cierta intimidad. Asi que enrollo su periódico bajo el brazo, le guiñó el ojo al napolitano, le sonrió a la mujer y se retiró.

El napolitano hizo lo mismo. Se disculpó de la bella dama y siguió al transeunte hasta el baño.

El gran error de la mujer fue equivocarse de baño y entrar al de hombres.

Nunca vió la campiña al norte de Alessandria. En la primera parada del tren, bajo la mujer. Su cartera roja en la mano y una pequeña valija que llevaba sus sueños de casada.

"Me la volví a encontrar una vez más luego de treinta años" dice la nonna mientras termina de servir la segunda taza de café.

"¿Y?"

"Me guiñó el ojo como siempre lo hacía. Pero su belleza había desaparecido. Además, nunca volvió a casarse. Me dijo que nunca encontró a nadie".

Y la verdad es que yo no sentí lástima por ella, porque me la imaginaba con su cartera roja. Fuerte. Alegre.

Asi como cuando salió del tren con un nuevo sentido de vida: No volverse a enamorar.

Y a veces, eso es lo que todos queremos. Hasta que alguien nos guiña el ojo nuevamente.

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