Bienvenido a mi mente forastero!

Mis Blurbs hoy sintieron ganas de hacerse conocer asi que cree este blog para que encontraran nuevos amigos. Sus pensamientos y su gran imaginación se ven a través de lo escrito y me invitan a este pequeño mundo del cual soy un visitante de paso, al igual que ustedes.

lunes, 31 de agosto de 2009

Sala de tortura


No me gusta dormir con las cortinas cerradas. Me tapan la vista de los árboles del parque y las estrellas que bailan en sus copas. Si escucho un buho se que la fiesta nocturna recién ha comenzado. Lastima que yo tenga que ir a dormir.

"¿Hay pacientes?"

"Alessandrita!, mmm....sí, tres" mientras pone cara de perro arrepentido o más bien de condolencia porque esta vez me va a tocar esperar por lo menos media hora. Asi me las paso los martes y viernes en el nutricionista.

Ubicado en una zona exclusiva de San Isidro mi plata, o más bien la de mi padre, se ve esfumada cada semana cuando le pregunto si es que tiene dinero para pagar el doctor. (En la gran espera de que abra su billetera y encontrar un par de billetes y no la simbólica polilla que sale volando en señal de pobreza).

Vengo al doctor desde que tenía 10 años y siempre me impresiona ver como el tiempo se congela en este lugar. Los mismos sillones, de cuerina, marrones, grandes que hacían que mis pies colgarán en el aire al sentarme en ellos. El mismo televisor empotrado contra la pared, malogrado como siempre o mostrando la gran novela matutina de algun canal nacional. La misma secretaria, Yesenia. Ella me ha visto crecer y sin embargo solo se su nombre.

Mi doctor Daniel es como mi psicologo. Presenciaba o más bien aguantaba las infinitas peleas con mi madre cuando no bajaba de peso y a ella le entraba una gran frutración (o más bien una gran ira al tirar varios dolares por el escusado).

"A ver quien te paga el doctor ahora"- Esa sería una típica respuesta suya.

Pero cuando el resultado era positivo, es decir, había logrado librarme de un par de kilitos Daniel y yo hablaríamos de todo, siempre y cuando mi madre no estuviera presente.

Cualquier persona que siga una dieta te dira que solo hay cuatro palabras que nadie quiere escuchar: "Has subido de peso". Esas cuatro palabras podrán hacer que hasta un hombre bien masculino se cague en sus pantalones. Y es que no solo escuchamos estas palabras de la secretaria del doctor (que de paso también toma tu peso) sino que vienen en un combo con la cara de desaprobación de la persona que te las dice y de tu parte, la cara de verguenza subita.

Y eso siempre me hace pensar: ¿Por qué nos torturamos de esta manera?

Muchas veces salimos del doctor con una menor autoestima que con la que llegamos y claro es lógico pensar en que la razón de tu subida de peso radica en la fiesta o fiestas que atendimos en el fin de semana en las cuales no solo tomamos cerveza (porque de alguna forma pensamos que es diuretica), sino que disfrutamos de tequeños, sanguchitos y dulces con el sincero pensamiento que acompaña todo sabado por la noche:

"Mañana solo como fruta"

El problema es que el domingo es el lonche de tu tía abuela y como no vas a comer torta, si es de chocolate, como te gusta, si la compraron especialmente para ti. Caballero, uno no puede rechazar los deseos de su tía abuela.

Así que ese medio kilo de más tiene una perfecta justificación o más bien razón. Sin embargo siempre terminamos mitiendole al doctor (como en confesión), jurádole solo haber comido un pedacito de torta y que no pueder ser que eso te haya engordado medio kilo. Claro que el ser mujer siempre sale al juego como un comodín, ya que Daniel "supone" de que estas hinchada y una responde que está con ansias porque pronto le vendrá la regla. Asunto resuelto.

Y que se va a hacer, ahora me toca a mi justificar mi subida de peso con el rabo entre las piernas. A lo hecho pecho. La próxima semana será otra historia.

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